jueves, 31 de octubre de 2013

Intermitencias de un rostro (III)


María sólo puede hacer foco en ese gesto reiterado que la interpela como si fuera de alguien muy próximo. Sabe -porque lo siente- que el tipo cree que intenta seducirlo.
 

A ella le pasa otra cosa.


Ese rostro la reporta a un lugar justo en el medio de la ficción y de la realidad que la inquieta. Como cuando un personaje se convierte en parte de la vida y provoca sensaciones o cambios de humores que deberían permanecer en el plano de la fantasía.
Al quedarse sola se le impone una idea que la angustia. ¿Y si estuvieron juntos, pero íntimamente juntos, y a ella se le enquistó en el inconsciente ese movimiento de la cabeza, además de una "r" que pronuncia arrastrada y otros signos que no termina de situar? Tal vez sucedió en la época en donde coleccionaba una serie de sin nombres que de a poco fueron desapareciendo del prontuario legal y que hoy no podría ni evocar. 

O no.


Entonces ahí sentada en su oficina recuerda a un hombre que habla desde un plano americano frente a un entrevistador que de vez en cuando ingresa en cuadro.


Trata de reconstruir.
Sábado, casa de Lucio a la siesta y él que lee y ella que pone un dvd que sigue hasta el final porque si bien tiene sueño advierte que los personajes -todos reales- se valen de la alquimia que a veces ofrece la cámara, la de transmitir intimidad.  Creadores es el tema y hay uno que se anima a resignar omnipotencia y a mostrar sus dudas. 


“Es él”, dice en voz alta María.
Entonces  busca en la libreta el número que está anotado al lado de Martín Soto y lo llama y le pregunta si es el escritor que en un documental confiesa las dificultades que le provoca la palabra y que se queda mudo, en un silencio que el entrevistador sostiene sin miedo, porque hay momentos en que no tiene más para decir.

Y Martín Soto le dice que sí.
¿Cómo no va a acordarse de él si lo escuchó y observó durante 40 minutos y le creyó cada uno de sus tormentos? 

María se calla en el teléfono. Lucio se asoma a la puerta y golpea con los nudillos en el marco. En ese instante Martín dice en su oreja pero ella no escucha porque su jefe, o su amante, la pone nerviosa.

Si fuera un corto, las acciones de Martín, María y Lucio deberían grabarse en sincro y a pantalla divida.
Fin

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