lunes, 13 de septiembre de 2010

La despedida


-¡Guillermo!

El quiropráctico llamó a su vecino desde la ventanilla del auto. Y pese a que en su religiosa caminata diaria se prohibía cualquier tipo de suspensiones, esta vez el pintor sintió que valía la pena cambiar las costumbres y abandonar el ritmo.

-¿Cómo le va, doctor? –contestó.

-Quería despedirme –explicó el hombre, casi como si solicitara disculpas por cambiar las reglas del juego en donde un simple movimiento de la mano hubiera alcanzado para darse por saludado.

-¿Se va de viaje? –preguntó Guillermo con intriga.

Le seguía las rutas aéreas porque cada uno de sus alejamientos significaba espaciar los masajes que tan bien le hacían. Si no recordaba mal, ese mismo año se había ausentado ya dos veces con destinos inciertos.

-Una cosa por el estilo…

Era una respuesta rara para una persona directa. ¿Qué puede ser un viaje pero no y que merezca una despedida? Guillermo, que había parado su caminata pero continuaba en actitud de “ya vuelvo a mis pasos”, desactivó completamente el ejercicio y se acercó un poco más a la ventanilla del conductor.

-Es que tengo cáncer –le explicaron sin histrionismos- En un rato voy a internarme y en veinte días me muero.

Ambos hombres rozaban los 70 y se sabían candidatos al final. Pero eso de tener fecha… Por un momento el pintor se sorprendió. Después reaccionó.

-Que sea un buen viaje. Seguramente nos vamos a encontrar en un tiempito –pronosticó.

-Es probable, Guillermo. Cuídese. Mire que ya no tiene 31 y esos huesos…

-Si, ya se... Suerte amigo. Gracias por avisarme.

-Nos vemos –agregó el doctor con el motor encendido y el pie dándole duro al acelerador.

Guillermo siguió con la mirada al auto hasta que se perdió a la vuelta de la esquina. Antes de retomar la rutina advirtió su torpeza.

-Pucha -se lamento- no le pregunté por otro quiropráctico.

(Anécdota relatada por el pintor Guillermo Roux luego de una entrevista, en su casa)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Casting no, Kaspin

"¿Casting como el casting? Y trabajás en la tele. ¡Qué loco!"
"No, K de kilo, A de Andrés, S de sol, P de papá, I de Inés y N de nene".
Silvina Kaspin.

Todo el tiempo estoy buscando entender qué soy.

Periodista, productora, guionista, entrevistadora, laburante obsesiva del detrás de escena.
En general, cuando me siento cerca de alguna respuesta aceptable, se me corren los parámetros y empiezo otra vez.

En cambio me resulta fácil definir qué es eso que me gusta tanto -un poquito menos- como darle besos y abrazos a mis tres hijas todas las mañanas.

Me gustan las historias.
Me gusta escucharlas, leerlas, escribirlas, inventarlas, editarlas.
Construirlas.

Me gustan las novelas, cuanto más largas mejor (así me acompañan durante mucho tiempo).
Y me gusta escribir cortito.

Siempre imaginé al cerebro como un gran galpón lleno de cajones y armarios que se utilizan para guardar recuerdos e informaciones varias. Yo especialicé mi memoria en la administración de datos que otros tirarían a la basura: anécdotas, habladurías, chismes, confesiones. Historias.
Para el resto no tengo memoria.

Me gustan las historias chiquitas.
Y quiero contarlas.
¿Para alguien? ¿Para nadie? ¿Para mí?
No sé.
Hoy empiezo un blog.
Le doy cinco años para descubrir de qué se trata.

No, Casting, no. Kaspin, con K.