martes, 30 de octubre de 2012

Difícil


¿Es posible escribir con dos criaturas sentadas sobre las piernas en plena disputa por repartirse el teclado de la computadora? Subsistir en tiempos de obstáculos: un inquietante camino para las ideas. A ver si les ganan a mis dos monstruitos.
Empiezo. 

Odio las contratapas que dicen de más, pero amo esas recomendaciones que te llevan a encontrar un escritor, una novela, una buena historia.
Voy a intentarlo. Tal vez me salga.

Lo conocía de oídas.
Había empezado un libro suyo que dejé casi al principio. Hay excusas (aunque no se filmen). Estaba en reposo con dos niñas que crecían en mi panza y en esos meses sólo me pude enganchar -como loca- con los tres tomos del sueco que se murió. (¿Si es una trilogía best seller? Y bueno, sí. Pero le agradezco a Stieg Larsson las horas de lectura que me facilitó en época de dispersiones y pura cama).

Nunca retomé “Hasta que te encuentre” de John Irving–lo tengo en mis pendientes- pero me dejé seducir por “Una mujer difícil”.  

“Una noche, cuando Ruth Cole tenía cuatro años y dormía en la litera inferior, la despertaron los sonidos que produce la actividad amorosa, procedentes del dormitorio de sus padres. Era un sonido del todo nuevo para ella. Ruth había estado recientemente enferma, con gripe intestinal, y cuando oyó por primera vez a su madre haciendo el amor pensó que estaba vomitando”.

Es el principio. En esas pocas líneas el autor planta el germen de la tragedia. Y también de la comedia. En los primeros renglones Irving sostiene la estructura de toda su obra. Pero no sólo genera trama. 

Con una mirada cinematográfica les adiciona a sus personajes un universo propio.
Cuenta sus prehistorias y pretende que los lectores se tomen el esfuerzo de armar el relato. Si uno lee toda la novela y después se detiene nuevamente en el primer capítulo advierte que esa cabeza, la del escritor, pensó una lógica interna que se mantiene indemne a través de las 745 páginas de la edición de bolsillo.

¿Podré alguna vez hacer algo parecido, aunque sea en pocos párrafos?

Cuando ya nada me quedaba de adolescente y coqueteaba con el psicoanálisis creía que los personajes de los libros debían ser parte de mi terapia, que la letra impresa iba a ayudar a desarmar mi neurosis. La neurosis todavía sigue acompañándome.  Mi lectura de “Una mujer difícil” coincidió con el inicio otro análisis.

¿Qué me hace pensar que el nuevo análisis es un buen espacio para mí? La capacidad que tiene mi psicoanalista de cambiar la “cámara” de lugar y permitir que vea la escena desde otra perspectiva.

Como Irving.

Para cada capítulo –cuyos títulos generan intriga por lo extraños o banales- planifica un volantazo que descoloca y obliga a observar nuevamente hacia el escenario que pergeñó con delicadeza. Tal vez por esa razón –entre otras- “Una mujer difícil” fue un buen espacio para mí.

El libro devela que además de novelista el escritor es guionista. Es que no sólo desarrolla un discurso simbólico sino que se pierde en las texturas, le otorga formas corpóreas y sitúa la historia en la acción. Me gustó más la primera parte que la segunda. Pero ni loca me quedaba sólo con la mitad del libro. Y sin duda hice bien.

Es una historia que se teje entre escritores. Amé a sus personajes. Quise saber el destino de cada uno de ellos. Fueron parte de mi familia durante unas semanas. Les deseé el bien. Y la salvación.

Mis hijas están en la escuela. Yo en la difícil tarea de decidir quién va a habitar mi cartera en los próximos días.
Recibo ofertas.

Tal vez sea “Hasta que te encuentre”.
De Irving. Por supuesto.

domingo, 28 de octubre de 2012

Solapas

Indispensable para la cartera de la dama.Un libro.Mi amiga Gaby dice que se alegra cuando le toca viajar en colectivo y el tránsito está imposible. La entiendo. Y le creo. Somos lectoras.Cinco minutos. Media hora. Dos horas. En medio del laburo, las mellizas y mi reina casi adolescente yo debo confesar que leo, sin saber exactamente cuándo. Diego, que no es celoso, más de una vez se manifestó enojadísimo frente a las novelas instaladas en mi mesa de luz. Esa –cree él-  se convierte en su rival. Y lo subleva.  A veces incluso descubro que estoy acariciando las tapas del libro de turno. La lectura me captura, me roba, como un buen amante. Me interesan los títulos, las dedicatorias, las ideas, la historia. La letra. Y odio con ganas las contratapas.¿Quién las escribe?¿Por qué cuentan parte de la historia y me quitan el placer de descubrir la trama al ritmo que el escritor eligió para anudarla?  ¿Qué pretenden las editoriales al develar el truco? Deberían existir sanciones morales, como en la comunidad de los magos.Por mi parte, tomé una decisión: No las leo. O las dejo para el final.A veces la tentación me gana y antes de abrir el libro, cuando ya está avanzado, en vez de buscar la página que suelo doblar o acompañar con papelitos  voy hacia la contratapa. Y espío. A veces –o siempre- me arrepiento.Soy lectora de las que sólo buscan el placer de ir avanzando en las páginas y mezclarme con el relato. ¿Está bien escrito? ¿Está bien estructurado? No lo sé.  Y no me importa.Contame una buena historia.Solapas abstenerse.