domingo, 28 de octubre de 2012
Solapas
Indispensable para la cartera de la dama.Un libro.Mi amiga Gaby dice que se alegra cuando le toca viajar en
colectivo y el tránsito está imposible. La entiendo. Y le creo. Somos lectoras.Cinco minutos. Media hora. Dos horas. En medio del laburo,
las mellizas y mi reina casi adolescente yo debo confesar que leo, sin saber
exactamente cuándo. Diego, que no es celoso, más de una vez se manifestó
enojadísimo frente a las novelas instaladas en mi mesa de luz. Esa –cree
él- se convierte en su rival. Y lo
subleva. A veces incluso descubro que estoy acariciando las tapas del
libro de turno. La lectura me captura, me roba, como un buen amante. Me interesan los títulos, las dedicatorias, las ideas, la
historia. La letra. Y odio con ganas las contratapas.¿Quién las escribe?¿Por qué cuentan parte de la historia y me quitan el placer
de descubrir la trama al ritmo que el escritor eligió para anudarla? ¿Qué pretenden las editoriales al develar el
truco? Deberían existir sanciones morales, como en la comunidad de los magos.Por mi parte, tomé una decisión: No las leo. O las dejo para
el final.A veces la tentación me gana y antes de abrir el libro,
cuando ya está avanzado, en vez de buscar la página que suelo doblar o
acompañar con papelitos voy hacia la
contratapa. Y espío. A veces –o siempre- me arrepiento.Soy lectora de las que sólo buscan el placer de ir avanzando
en las páginas y mezclarme con el relato. ¿Está bien escrito? ¿Está bien
estructurado? No lo sé. Y no me importa.Contame una buena historia.Solapas abstenerse.
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