lunes, 21 de octubre de 2013

Intermitencias de un rostro (I)

La decisión es de otro y sin embargo ahí está ella, esperando a Martín no sé cuanto que tiene las mejores ideas del planeta. ¿Quién quiere un creativo? En esa oficina se necesita un par de soldados, de esos que resuelven. Para pensar…

El teléfono interrumpe pero de todas maneras se las arregla para cerrar la idea. Como si alguien en su interior estuviera escuchando.

“Para pensar estoy yo”. Lo dice con una mínima de voz y levanta el tubo de ese aparato que parece robado de una película de los ochentas.

“Hay un tal Martín que pregunta por vos”.

“Hacelo pasar”. Corta, pero vuelve a llamar. “En cinco minutos hacelo pasar”.

Antes, su café.

Le molestan como nada las determinaciones unilaterales de Lucio adentro de su frontera. Loca la vuelven.

“Es buenísimo el tipo, yo sé lo que te digo. Te va a dar aire en la estructura”.

“Que no necesito respiradores”, le grita, “que preciso gente que se arremangue”. Y ahí la sonrisa de su jefe, la mano que toca su rostro -ella que acepta- y el fin de la discusión. Tiene que irse de ese lugar, se dice una vez más cuando termina el café.

Pero hoy no.

Siempre es hoy no.

Acomoda la silla frente al escritorio. Apila una serie de pendientes desparejos y mientras lee los últimos mails evalúa su peinado en el monitor. Abre la libreta al mismo tiempo que alguien se asoma a la puerta. Si fuera un corto, la escena debería montarse en pantalla partida y en sincro.

“Permiso”, dice el tipo.

Cuando aparece el tal Martín, María se da cuenta que lo conoce.

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