jueves, 29 de noviembre de 2012

Clásicos infantiles

Laura me hizo llorar. Bueno, en verdad Anne. Pero fue por culpa de Laura.

El primer libro que le leí a Cami por entregas fue Dailan Kifki. Lo tenía firmado. Una vez de adolescente me acerqué a una mesa de la Feria del Libro y le conté a María Elena Walsh que era mi preferido de la infancia. Y me escribió algo así como para Silvina y sus viejísimos recuerdos.

Ese mismo libro -el que estaba firmado- le leí a Cami a sus cinco todas las noches. Después vino Mujercitas. Debo confesar que  me tomé algunas licencias con el clásico que no debe faltar en la educación sentimental de toda niña. Se escribía tan diferente en el siglo XIX…

Vale dice que tenía amigas que adoraban a Meg. Mi espejo en cambio siempre fue Jo –el de Vale también-  y me parecía que nadie podía elegir otro personaje. Pero Cami desde el principio se identificó con Amy. Y me sorprendió. Le gustaba esa chica con sus vestidos y sus pinturitas y no le molestaban sus caprichos. Hoy no se con quien se hermanaría. Es que se me está convirtiendo en una rockerita.

Mirá que diferente. Yo la tenía en la contratapa del diario Río Negro primero, en los libritos después. Cami la conoció por Internet. Y More y Emi se sacaron una foto con ella en pleno San Telmo. Mafalda fue el puntapié real hacia la lectura en soledad de mi hija, la grandecita. Pero me necesitaba cerca. ¿Qué es Vietnam?, preguntaba de repente. Después la historieta en casa devino en una serie de tomos de Gaturro, ¡que le vamos a hacer! Aunque rechace con mis entrañas a Nick, también le agradezco desde las entrañas que haya convertido en lectora a mi hija.

Hoy Cami lee sola, por supuesto. 

Un día me permitió ingresar en su habitación, el templo de sus lecturas. Y nos hicimos un humilde banquete literario. Incluyó lágrimas. 

De la madre, por supuesto.

Cuando era bebé Laurita le regaló la batita más linda. Era de un color azul eléctrico me acuerdo. Después, no puede ser que a esta chica nadie le compre una pelota. Y se la trajo. La barby con más onda, con ropa más canchera, la de la tía que a media lengua Cami llamaba Pava. Y a los 11 lo mejor.

Resulta que yo tenía toda la saga de la niña Shirley menos Anne la de los Tejados Verdes, el primero de la historia. Y Laurita se lo regaló para su cumple. ¡Qué contenta me puse!!! Nunca se me había ocurrido que podía comprárselo. El Dailan y Mujercitas eran míos, originales de mi biblioteca.

Ese mismo día, cuando Lau y su prole se fueron, lo empezamos. ¿O fue a la mañana siguiente?  Cami estaba acostada y yo sentada contra la pared. Leía una y leía la otra. Y cuando me tocó a mi otra vez, la voz empezó a cortarse. A entrecortarse. Fue cuando Marilla Cuthbert  decidió que no iba a devolver a Anne ni la iba a dejar con una mujer malvada. Ella, que esperaba a un varón, decidió criar a una niña. Cami me miraba. No solo me miraba.  Me decía Ay mamá. ¿Por qué llorás?

¿Cómo explicárselo?

Cuando empezamos a leer no sólo me reencontré con un personaje muy querido de mi infancia. Se me vino también –y sin aviso- Silvina niña. Entonces se me apareció la imagen de mi pieza en la mañana patagónica y yo toda tapadita con el cubrecama naranja setentoso. A veces me ponía guantes para leer. Es que había una sola estufa para una casa bastante grande. Y se me vino mi tía Nomi que dice cada vez que nos vemos que sus amigas le siguen preguntando por la chiquita que leía todo el tiempo en la playa de Monte Hermoso. Y se me vino la vez que ya grande vi todos mis libros juntos y dije todo eso leí, aunque sabía que faltaban muchos y que tenía que agregar los que pedía en la biblioteca de Roca. Y se me vino Marisú que me contaba que iba a regalarme Los Hollister pero que vio esos lapicitos tan lindos y entonces cambió de idea. Y yo que pensaba, los lapicitos son hermosos, pero que lástima.

Cami siguió leyendo a Anne en soledad, como lo hace siempre. Cuando me contó que Matthew se moría se me volvió a cerrar la garganta y otra vez se me piantó el lagrimón. Imaginate la cara de la pre adolescente.

Se aburrió con Anne la de Avonlea y ni tocó Anne y su pequeño mundo o Anne la de la isla. Prefiere sus sagas del siglo XXI aunque a veces mira con cariño a Julio Verne. Todavía no se atrevió. Yo le insisto con Bradbury. Karina, no te veo leyendo a Mujercitas con tu varoncito, pero quien te dice en unos años un Viaje al centro de la tierra o un hombre ilustrado…

En el estribo.
Emilia, mi chiquita, ya empezó a hacer literatura. Bah, es de libro. 

Cuando sea varón voy a usar pito. Y Diego  pregunta: ¿Para qué lo vas a usar? Para ser varón.

Lógica elemental. Se imprime. Ya es un clásico infantil. Y ni lo sabe.

4 comentarios:

  1. Muy bueno, cada vez que te leo me dan ganas de leer.

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    1. Gracias Gus! Casi que te cito al final, con lo de se imprime.

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  2. Ojalá le pueda transmitir el amor por la lectura al varoncito, por ahora, le gusta que le lea. Sin dudas será más un Viaje al centro de la tierra que Mujercitas (a mí también me gustaba Jo!), será un aprendizaje para mí también esa infancia masculina. Hermosos tus relatos, y como te dije el otro día, dan ganas de leer!!! Gracias.

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