El lugar es una oficina del Gobierno porteño.
El que habla, un alto funcionario.
“Trabajamos por un proyecto común”, se despacha ante varios
en reunión oficial. Algún desprevenido podría pensar que se refiere a la
ciudad. Respuesta equivocada. La frase se completa con un “Trabajamos por la
presidencia de Mauricio en 2015”.
Mauricio -o el Flaco,
como nos enteramos que le dice Michetti- es Macri. “Cada acción, cada obra que
emprendemos tiene como objetivo llegar a la Rosada”, señala en medio de la campaña a legisladores porteños.
Entre los que oyen hay amigos –como siempre- pero también
están los técnicos y profesionales. El alto funcionario no discrimina entre
militantes y laburantes para exigirles salir a la calle y tocar los timbres de
los vecinos y entregar folletos del PRO. “Porque es la causa de todos”.
Alguien levanta la mano. No es militante. Es laburante. El
profesional se disculpa y dice que no está dispuesto a repartir propaganda.
Tampoco se va a sentar en la mesita de alguna esquina clave de Buenos Aires debajo
de esas sombrillas tan amarillas. Ni va a repartir globos entre los chicos. Su
aporte a la ciudad lo hace trabajando, aclara. Y pregunta, como de costado, si
alguien le puede contar cuál es el proyecto del PRO.
“El PRO es Partido Revolucionario…”, comienza a descifrar el
alto funcionario.
“Perdón”, interrumpe el profesional, “¿revolucionario?”.
El tipo consulta a sus subalternos y aclara. “Partido
Republicano es”. Después agrega que es una organización que está al lado de la
gente. Y no mucho más.
A principio de octubre el profesional que se niega a
timbrear para Mauricio –o al lado del Flaco, como le dice Michetti- recibe un
llamado urgente de la gerencia. Entonces deja su trabajo y se presenta en la
oficina de su jefe. Ahí se entera. Van a rescindirle el contrato. Le explican
que es por falta de presupuesto.
Sucedió en Buenos Aires.
Esto no es ficción.
Me sucedió lo mismo, pero en el gob nacional y popular, hace unos años. La miserabilidad no tiene banderas. Pero como en cambio la gente tiene nombre, sería bueno que incluyeras el detalle de quién es quién en la nota (el alto funcionario, el castigado, etc) para que los actores no queden en el olvido.
ResponderEliminarPolitizar el trabajo es de la época feudal en uno y otro caso son canallas
ResponderEliminarCoincido, Los abusos no tienen banderías políticas. Siempre son igual de deplorables.
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