Me es imposible evitar pensar en “El lector” de
Bernhard Schlink. De ese libro me gusta adelantar poco y nada.
Porque es uno de esos relatos que merecen ser descubiertos sin mucha data. Odio
su contratapa, que anticipa y tanto. Se puede decir que es la historia de una
relación: chico que lee/ mujer mayor que él lo escucha/ Alemania/ post
guerra. Y nada más. El resto, a entregarse y ya. Triste que sea película de
cine. Aunque puedo entender la tentación de filmarla.
Hoy. Domingo. Cambio la yerba del mate. El agua todavía
sirve. Del lector a la lectora. Preguntas.
¿Quién es la sobreviviente de Dani? ¿Por qué necesita que le lean?
Entonces, el dibujo de la escena en mi cabeza. Llega, saluda,
se sienta. Intercambian algunas frases. Tal vez recuerdan en donde habían dejado. Pero me faltan datos. ¿Cumple horario? ¿En donde una pausa? ¿Cómo se lee el final?
Ayer. Sábado. Que los
saludos. Que el centro estaba en otra parte. Que no daba. Dani que dice. Y yo me
quedé con las ganas. Es que así son las historias. Cuando tienen que aparecer,
no miden circunstancias.
¿Por qué Dani se convirtió en la lectora de una
sobreviviente con “El palacio
de la Luna”, edición 1994, el primer Auster para ella?
Me acordé de "El lector" pero podría haber
pensado en “Amelie”, la película de esa chica francesa tan hermosa que andaba
en bicicleta y leía a domicilio.
El agua del mate está fría. Lavadísmo.
Después lo renuevo.
Con suerte ceba Dani.
esa es mi amiga! que bueno Silvi!
ResponderEliminarGracias amiga!
ResponderEliminarMuy bueno....espero que calienten el agua??? Sigamos con los mates!!! Besitos.Bianca
EliminarVa a haber mate, Bianca. Seguró que sí. Aquí se impone el repetido "continuará".
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