jueves, 7 de febrero de 2013

Tokio al margen


Paso a saludar -visita de hija- y se me impone.
  
“¿Qué es?”, digo. Y mi vieja, “Todavía no lo leí”.

Igual me lo llevo. Elsa me perdona el arrebato a mano armada, como siempre.

Es que los títulos de los libros me pueden. Los intrigantes y también esos que son una pequeña obra de arte. Ejemplo: de ninguna manera hubiera dejado pasar “La soledad de los números primos”.

También me rindo ante las historias de suspenso bien escritas. Y siento fascinación frente a la letra nipona, aunque –confieso- no me metí con mucho autor japonés.

Me lo debo.

Y me pago una cuota con Keigo Hagashino.

Empecé a leer “La devoción del sospechoso X” ilusionada. Sin embargo casi, casi me voy antes de tiempo de ese Tokio al margen. Seguramente si el principio no hubiera sido tan… oriental, me habría escapado.  

¿Cuál es ese mecanismo que te engancha a un argumento? En este caso la llave de encendido fue una simple caminata de un matemático por un Tokio alejado de la metrópoli. Una caminata que después repite varias veces, y en más de una oportunidad acompañado de un excéntrico profesor de física.

El matemático y también el físico me anclaron a la historia.  

Cuando escribí guiones de matemática y matemáticos aprendí que a esos hombres tan raros, obsesionados por las fórmulas, no sólo les importa resolver problemas imposibles. Para estos personajes –que muchas veces viven una realidad paralela- un teorema debe ser además una creación que transmita belleza. ¿Qué quiere decir? No lo se. Pero me emociona esa búsqueda. Más aún  en gente que parece tan fría y calculadora. Puro prejuicio seguramente.   

En “La devoción del sospechoso X” hay teorema. Y también hay belleza.

Quizás me sobraron algunos capítulos de la primera parte. Si fuera editora hubiera aconsejado ingresar al territorio del crimen sin tantas explicaciones. Pero vale igualmente. Y además, ¡yo no soy editora!

Soy guionista, lectora, a lo sumo escribidora. Y soy madre.

Morena se mira en el espejo. Me acerco.

Ese reflejo que mi niña de tres festeja parada junto a su madre –que también se mira y la mira-, tiene mucho que ver con las sospechas que se levantan sobre un devoto X. Sutilezas de un escritor japonés que alguna vez fue ingeniero y hoy se dedica a construir suspensos.

Rótulo: Novela negra. Los matices con suerte llegan al gris.  

Pregunta: ¿Y dónde están las chicas matemáticas y físicas? En las sagas de los libros, no. Definitivamente.

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