Una vez cuando era chica soñé que se moría mi abuelo.
Lo veía amortajado con una manta color marrón oscuro, igual que su poncho, en el banco del comedor diario de mi casa. En el sueño León giraba –muerto- sobre sí mismo. Todavía se me aparece su rostro, rígido. Sé que me levanté en la habitación lindera, en la que era mi pieza. La luz prendida de la cocina que llegaba a mi cama. Eso recuerdo.
Nunca lo pensé pero estaba durmiendo al lado del cadáver, separada sólo por una pared. Tampoco pensé que en ese banco en donde maté a mi abuelo desayunaba mi padre todos los días. A las cinco de la mañana. Con la radio a tope.
Quería asesinarlo.
Esa imagen -la de mi abuelo- sigue funcionando en mí como real.
La noche que cumplí 45 soñé que alguien anunciaba la muerte de mi madre. Yo estaba en un lugar al aire libre, sola. El mensajero desaparecía. O tal vez nadie me lo contaba. Sólo me enteraba. Primaba el color marrón claro.Tierra bien seca, de la que vuela. Y estaba triste. Tan triste. Estaba dolida también.
No sé en dónde fue que la crucé porque los sueños tienen eso de cambiar los escenarios. Pero al mismo tiempo que lloraba a mi madre muerta me encontraba con mi madre, que estaba viva.
No la abracé, no la besé. Se escuchaban palabras que no recuerdo.
Sus ojos.Los míos. Y eso del odio que puede sentir una hija.
Me había dejado sola.
Justo cuando yo tenía que buscarla para despedir a mi madre, que estaba muerta.
Lo veía amortajado con una manta color marrón oscuro, igual que su poncho, en el banco del comedor diario de mi casa. En el sueño León giraba –muerto- sobre sí mismo. Todavía se me aparece su rostro, rígido. Sé que me levanté en la habitación lindera, en la que era mi pieza. La luz prendida de la cocina que llegaba a mi cama. Eso recuerdo.
Nunca lo pensé pero estaba durmiendo al lado del cadáver, separada sólo por una pared. Tampoco pensé que en ese banco en donde maté a mi abuelo desayunaba mi padre todos los días. A las cinco de la mañana. Con la radio a tope.
Quería asesinarlo.
Esa imagen -la de mi abuelo- sigue funcionando en mí como real.
La noche que cumplí 45 soñé que alguien anunciaba la muerte de mi madre. Yo estaba en un lugar al aire libre, sola. El mensajero desaparecía. O tal vez nadie me lo contaba. Sólo me enteraba. Primaba el color marrón claro.Tierra bien seca, de la que vuela. Y estaba triste. Tan triste. Estaba dolida también.
No sé en dónde fue que la crucé porque los sueños tienen eso de cambiar los escenarios. Pero al mismo tiempo que lloraba a mi madre muerta me encontraba con mi madre, que estaba viva.
No la abracé, no la besé. Se escuchaban palabras que no recuerdo.
Sus ojos.Los míos. Y eso del odio que puede sentir una hija.
Me había dejado sola.
Justo cuando yo tenía que buscarla para despedir a mi madre, que estaba muerta.
Muy inquietante. Y funda la máxima de que una verdadera madre te puede poner incómoda hasta en tus propios sueños.
ResponderEliminarSería yo y no es mi intención
EliminarLa de afuera, que está viva, no te acompañó a despedir a la de adentro, muerta?.Cuanta relación con el nudo del lado de afuera y el nudo del lado de adentro, ¿no?
ResponderEliminarLa del anterior soy yo, lati. Estos olvidos de poner mi nombre!!
ResponderEliminarlati