“Resigno saber qué lee
este lector. Espero el próximo tren”.
Daniela Azulay
Contámela a mí.
Me vi pilas de policiales
y leí el suspenso en todos los idiomas (traducidos, sí, pero no cambia).
Entonces.
Yo sé que el asesino
serial tiene un patrón de conducta. (Ella se ajusta al physique du
rol).
Y sé que para entrar en la mira del asesino se
debe exhibir algún tipo de señal que le active el delito. (Daniela responde a).
Y uno más uno me suman…
Llegó el momento.
Tengo que escribirlo.
O denunciarla.
Yo fui testigo
Sábado al mediodía en un bar, cita con Daniela. Las coordenadas exactas son
irrelevantes porque podría haber sido en cualquier lugar.
Llegué más o menos a la hora
que quedamos. Ella no. Igual me mandó un mensajito disculpándose. “Subte parado
en estación Pueyrredón”. No me sorprendió. Convengamos que el subte anda mal
cada dos por tres. Entonces saqué el libro. (Si doy testimonio ¿tengo que
aclarar qué libro leía? ¿Se puede caer toda mi declaración por errarle en el
dato? Me aventuro por “El mundo según Garp”. Pero no se).
Apareció 20 minutos tarde.
Tal vez fueron quince, no quiero exagerar. Yo ya había pedido mi café y lo
había terminado. Incluso, me había tragado –con culpa- ese chocolate que te dan
casi como un suvenir y que no perdono. ¿O era una masita, como le decíamos en
General Roca?
Llegó. Volvió a decir lo
del subte. (¿Por qué tanta insistencia? Si yo no le pedía explicaciones). Y
empezamos a charlar, como siempre. Que los chicos, que la vida, que el laburo,
que el no laburo.
Hasta que Daniela dice.
“No lo puedo creer”.
Pocos movimientos –dos o
tres- y su mano está en la cartera que había colgado en el respaldo de la silla.
Sin mirar tantea y encuentra lo que busca. Sus ojos están plantados en un punto
fijo, detrás de mí. Y yo giro con cierto nervio, o precaución.
No veo nada. O nada que
mereciera… Vuelvo la vista hacia Daniela justo en el momento en que ella
gatilla. Ni a preguntar alcancé.
Serial
El bar estaba bastante vacío. A dos mesas había una mujer. Una mujer sola. Yo ni
siquiera la había visto. Bueno, estaba a mis espaldas, es verdad. De todos
modos, estoy segura de que no la hubiera observado nunca.
Pero.
La mujer leía. Y en ese
dato tan ¿imperceptible? está la clave. Es que Daniela responde a ese tipo de
señales.
“¿A quién se le ocurre salir con los derechos
de autor un sábado al mediodía?”, pregunta mientras guarda el teléfono que usa
como cámara fotográfica.
Ya la tenía. Ya era su presa.
Esa mujer de unos ¿50? pasaba a formar parte de las escenas lectoras, su serie.
Killer
Daniela podría haber sido una serial killer –yo lo sé- pero decidió trabajar
para el bien. Es una criminal –peligrosa quizás- que en vez de disparar, sublima
y hace arte. ¿Su arma? Un simple e inofensivo celular. Ojo que yo le negaría
una reglamentaria.
Soy/fui periodista y en el
bar empecé a preguntar acerca de su modus operandi. Apunto mecánica del crimen
(tal vez crimen es mucho decir, lo admito).
En la escena siempre hay
un libro y hay un lector.
Ella se acomoda y apunta. Y
sin que nadie pueda imaginarse qué está haciendo –menos que menos la víctima- escracha
una foto en situación.
“No se dan cuenta”,
insiste cuando insisto.
Mirate cualquier película
clase B. En algún momento el detective descubre el cuartucho en donde vive el
fulano y las paredes están llenas de imágenes recortadas y así pueden descubrir
cuál es la próxima y van y lo atrapan.
Daniela no tiene
cuartucho. Ella se armó un blog. Y sube las fotos a la red. También escribe una
frase que cataloga. Y si hay suerte, te regala un fragmento del libro que lee
el lector.
Ahora me doy cuenta. Es la
única serial killer que podría encontrarse dos veces con la misma víctima. Y esto
del ebook le gusta, pero también debería preocuparle. El trabajo se le hace más
difícil. Se pierden las tapas.
Invisible
Está adiestrada, que no te sorprenda. Vos podés
ser uno de sus blancos. Para Daniela la vida es sólo una buena excusa para.
Y creo. No, no puede ser.
Pero sí. Es muy probable que… Un día, un sábado, en un bar, al mediodía… Fui su
víctima.
Silenciosa
Seguramente ella llegó puntual a la cita. Sabía, me conoce, que iba a llevar un
libro. Entonces, esperó escondida (¿en qué lugar? ¿los mozos serán sus
cómplices?) Ahí nomás llegué a la cita y ella me mandó ese mensaje del subte
atrasado. Tanta insistencia, si nadie le pedía explicaciones (tengo que
averiguar si ese día hubo problemas en la línea B, tengo que recordar la hora
exacta). Y yo que saco el libro y
Daniela que me pone en su mira y (¿quién propuso ese bar, ella o yo?).
Voy a entrar al blog.
Estoy intrigada ¿Será con El mundo según Garp?
¿Se habrá atrevido a subir
mi foto?
http://escenaslectoras.blogspot.com.ar/