¿Es posible
escribir con dos criaturas sentadas sobre las piernas en plena disputa por
repartirse el teclado de la computadora? Subsistir en
tiempos de obstáculos: un inquietante camino para las ideas. A ver si les ganan
a mis dos monstruitos.
Empiezo.
Odio las
contratapas que dicen de más, pero amo esas recomendaciones que te llevan a
encontrar un escritor, una novela, una buena historia.
Voy a
intentarlo. Tal vez me salga.
Lo conocía de
oídas.
Había
empezado un libro suyo que dejé casi al principio. Hay excusas (aunque no se
filmen). Estaba en reposo con dos niñas que crecían en mi panza y en esos meses
sólo me pude enganchar -como loca- con los tres tomos del sueco que se murió. (¿Si
es una trilogía best seller? Y bueno, sí. Pero le agradezco a Stieg Larsson las
horas de lectura que me facilitó en época de dispersiones y pura cama).
Nunca retomé
“Hasta que te encuentre” de John Irving–lo tengo en mis pendientes- pero me dejé
seducir por “Una mujer difícil”.
“Una
noche, cuando Ruth Cole tenía cuatro años y dormía en la litera inferior, la
despertaron los sonidos que produce la actividad amorosa, procedentes del
dormitorio de sus padres. Era un sonido del todo nuevo para ella. Ruth había
estado recientemente enferma, con gripe intestinal, y cuando oyó por primera
vez a su madre haciendo el amor pensó que estaba vomitando”.
Es el
principio. En esas pocas líneas el autor planta el germen de la tragedia. Y
también de la comedia. En los primeros renglones Irving sostiene la estructura
de toda su obra. Pero no sólo genera
trama.
Con una mirada cinematográfica les adiciona a sus personajes un universo propio.
Cuenta sus prehistorias y pretende que los lectores se tomen el esfuerzo de armar el relato. Si uno lee toda la novela y después se detiene nuevamente en el primer capítulo advierte que esa cabeza, la del escritor, pensó una lógica interna que se mantiene indemne a través de las 745 páginas de la edición de bolsillo.
Cuenta sus prehistorias y pretende que los lectores se tomen el esfuerzo de armar el relato. Si uno lee toda la novela y después se detiene nuevamente en el primer capítulo advierte que esa cabeza, la del escritor, pensó una lógica interna que se mantiene indemne a través de las 745 páginas de la edición de bolsillo.
¿Podré alguna
vez hacer algo parecido, aunque sea en pocos párrafos?
Cuando ya
nada me quedaba de adolescente y coqueteaba con el psicoanálisis creía que los
personajes de los libros debían ser parte de mi terapia, que la letra impresa
iba a ayudar a desarmar mi neurosis. La neurosis todavía
sigue acompañándome. Mi lectura de “Una mujer difícil” coincidió con el inicio otro análisis.
¿Qué me hace
pensar que el nuevo análisis es un buen espacio para mí? La capacidad que tiene
mi psicoanalista de cambiar la “cámara” de lugar y permitir que vea la escena
desde otra perspectiva.
Como Irving.
Para cada
capítulo –cuyos títulos generan intriga por lo extraños o banales- planifica un
volantazo que descoloca y obliga a observar nuevamente hacia el escenario que pergeñó
con delicadeza. Tal vez por esa razón –entre
otras- “Una mujer difícil” fue un buen espacio para mí.
El libro devela que
además de novelista el escritor es guionista. Es que no sólo desarrolla un
discurso simbólico sino que se pierde en las texturas, le otorga formas
corpóreas y sitúa la historia en la acción. Me gustó más
la primera parte que la segunda. Pero ni loca me quedaba sólo con la mitad del
libro. Y sin duda hice bien.
Es una
historia que se teje entre escritores. Amé a sus personajes. Quise saber el
destino de cada uno de ellos. Fueron parte de mi familia durante unas semanas. Les
deseé el bien. Y la salvación.
Mis hijas
están en la escuela. Yo en la difícil tarea de decidir quién va a habitar mi
cartera en los próximos días.
Recibo
ofertas.
Tal vez sea
“Hasta que te encuentre”.
De Irving. Por supuesto.
De Irving. Por supuesto.